Martes 16 de Abril del 2024, 7:07 pm - Año IX
 


GEARQUIA

Mientras sigamos absortos en nosotros mismos, los humanos no haremos sino empeorar las cosas. El enfoque en lo humano es el enfoque de la mente y el yo. La mirada terrícola es aquella que se asombra por el mundo inagotable done tiene la suerte de vivir. Cuando compartimos este enfoque, los problemas sociales empiezan a arreglarse por si mismos.

Cuando espontáneamente vivimos la gearquía, surge por sí misma una intimidad dialogante en la que se extinguen las relaciones de poder. Con ella se desdibuja la masa de mediaciones culturales que han hecho de sí mismas su propio objeto, distrayéndonos de nuestras opciones y responsabilidades como seres cognoscentes. Ponemos atención en la naturaleza, la que parece decirnos: el paraíso puede ser ahora.
 
Su filosofía puede resumirse en una frase: vivan, sean dichosos, amen su mundo y cuídense entre ustedes.
 
 
 
(corazón terrícola).- Gearquía es un modo de vida basado en la unificación de la existencia social de la humanidad con la
trama de intencionalidades de la Tierra.
 
La Tierra es muchos mundos, congruentes con la cognición de sus diferentes formas de vida. A escala cosmológica, la Tierra
se comporta como un campo generador de organización de la fertilidad estelar, dando origen a innumerables formas de
conciencia que en algunos casos generan intersubjetividades, en la medida en que esos seres interactúan y se perciben los
unos a los otros.

 Absortos en sí mismos, en sus intereses y contradicciones, los seres humanos han perdido de vista la conciencia indistinta
que nos conecta con todos los demás seres terrícolas. Durante miles de años han pretendido que la actividad humana gobierne
los elementos naturales, en lugar de que la Tierra gobierne la actividad humana. Con ello han dado origen a un espiral
interminable de desequilibrio, abuso y sufrimiento.
 
Buscando descifrar cuál es la razón de la naturaleza, han perdido de vista la naturaleza de la razón, la que es capaz de
optimizar la vida en todas sus manifestaciones.
 
 la reversión de la conciencia
 
La raíz de la desdicha y la miseria de la humanidad es la reversión de la conciencia. Al revertirse sobre sí, la conciencia
humana deja de percibir el mundo como un mundo de intencionalidades y lo percibe como un mundo de cosas, lo que se debe a
la preponderancia de sus distinciones apetentes.
 
Para cambiar el modo de vida de la humanidad es necesario cambiar la forma en que definimos y satisfacemos nuestras
necesidades, restaurando el vínculo directo con todos los elementos y seres de la Tierra. Para ello es preciso intemperizar
la relación entre el cuerpo y el mundo. Este acto revolucionario puede tornar inútiles o indeseables muchos de los bienes
culturales superfluos a los que estamos acostumbrados.
 
Nos han educado siguiendo la premisa de que para subsistir es necesario explotar a la Tierra. Pero esto sólo es cierto si
tenemos interés en obtener ganancias personales y eso nos lleva a tratar a los seres y elementos de la naturaleza como si
fueran cosas.
 
Es posible vivir con prosperidad sin exprimir ni distorsionar la fertilidad terrestre, generando formas de intercambio y
colaboración con diferentes poblaciones de seres terrícolas y desarrollando formas de producir y transportar energía que no
perjudican a esas formas de vida.
 
En la búsqueda de nuevos puntos de vista que apunten en esta dirección, la gearquía es una propuesta práctica para
desarrollar modos de vida basados en el acoplamiento con la trama terrestre de la vida. En ella, lo social se ha dado
vuelta perdiendo su convexidad para ajustar sus intencionalidades a las intencionalidades distribuidas que conforman la
Tierra. En esa forma la vida social puede mantener su coherencia con la suma total de interacciones entre los seres y los
elementos de la Tierra.
 
Hemos sido educados para dar por supuesto que el sistema social es necesario, pues sin él no podríamos sobrevivir. Y a tal
punto hemos internalizado esta creencia que no nos permitimos experimentar otras formas de relación con el mundo que no se
encuentren formateadas por ella. Sin embargo, la mayor parte de la historia de la humanidad se desenvolvió en ausencia de
un sistema social. Lo que existía en su lugar eran comunidades basadas en relaciones de confianza y cariño, relaciones
dinámicas y regocijantes que cada uno establecía con sus seres queridos y con los seres queridos de sus seres queridos en
una red ilimitada de colaboración y reciprocidad.
 
Al practicarlo ahora, este modo de vida no obliga a los demás a comulgar con determinados estándares sociales. La
colaboración tiene lugar cuando es necesaria y deseable para todos los involucrados, no porque establecerla sea “bueno” o
“debido”. El regocijo de compartir enriquece la vida, pero no fomenta el sentimiento chovinista de pertenecer a un rebaño.
 
Cada uno está solo frente al infinito, por lo que el encuentro con el otro es algo que nos impulsa a dar lo mejor de
nosotros mismos.  Lo que llena nuestras vidas es el acoplamiento con el curso natural de las cosas, no la manipulación de
los acontecimientos para que se ajusten a nuestras expectativas.
 
 
redes de seres terrícolas
 
Gearquía es una espontaneidad reverberante que se deja gobernar por la trama de intencionalidades de la Tierra. Esto es más
que una simple “conciencia de la necesidad” en la que se refleja, todavía, el horizonte de los intereses humanos absortos
en sí mismos. La gearquía intenta poner término a la contradicción entre cultura y naturaleza, restaurando la conciencia
del lugar que nos corresponde en el campo de intencionalidades de la Tierra, asumiendo las responsabilidades que hemos
descuidado.
 
En esta forma de vida no son preponderantes las sociedades, estados, países o civilizaciones, sino las redes de seres
humanos y no-humanos ajustados a las condiciones ambientales que llevan a cabo interacciones que intentan optimizar las
experiencias de la vida. Todos los poderes societales se han distribuido entre los individuos autogobernados, quienes
colaboran entre sí sin coacciones de ninguna índole.
 
Para que este modo de vida sea sustentable necesita desarrollar relaciones de comunidad, en las cuales la iniciativa, los
recursos y los conocimientos son intercambiados con total fluidez sobre la base de acuerdos unanimitarios permanentemente
actualizados por el colectivo.
 
Desde sus orígenes en el ocaso del mundo neolítico, la consigna de las civilizaciones exobióticas ha sido domesticar,
colonizar, civilizar, humanizar.
 
Su lógica es la lógica del monocultivo: trigo, salmones, pino insigne, humanos exobióticos. El monocultivo no sólo se
refleja en la cosificación de animales y vegetales, sino en lo que llamamos civilización, con el que se instauran las
religiones (basadas en la súplica, el temor y el sacrificio), la división campo-ciudad, el ejercicio del poder como
dominación.
 
El pensamiento crítico ha examinado las contradicciones de este modo de vida, buscando las raíces del sufrimiento y la
dominación. Pero lo que aún no ha sido pensado es el origen de la mente y el yo y sus consecuencias devastadoras para todas
las formas no humanas de vida de la Tierra. Afortunadamente el pensamiento paleoamericano ofrece respuestas a estas
interrogantes.
 
Para realizar la gearquía el sistema social tiene que disolverse, surgiendo en su lugar una trama cohesionada por el
respeto, el cariño y la colaboración, en lugar de leyes, creencias, valores, ideales, identidades, orgullos o
victimizaciones.
 
Al aspirar al ejercicio del poder, las autoafirmaciones sociales han dado origen a la fragmentación de la humanidad,
produciendo asimetrías a lo largo del proceso de resolución de las necesidades e impidiendo la complementación de las
diferencias individuales cuyo origen no es estrictamente social (sexo, edad, temperamento).
 
Todo esto parece extinguirse cuando tomamos contacto con la Tierra como un mundo de intencionalidades, un mundo
interpelante que nos da indicaciones con sentido práctico acerca del curso de los acontecimientos. Ese mundo se abre ante
nosotros cuando lo tratamos con respeto y cariño.
 
 
 
endobiosis y exobiosis
 
Al prevalecer la reversión de la conciencia, los humanos se consideran a sí mismos algo separado o por encima de la
naturaleza. La producción de mediaciones culturales se convierte en el propósito de la existencia humana. Surgen modos de
vida que se orientan hacia afuera de la vida, el cuerpo y la Tierra (exobiosis), a diferencia de los modos de vida de las
naciones originarias y las antiguas comunidades del pleistoceno, los que se orientan hacia adentro de la vida incrementando
la sintonía del cuerpo con la Tierra (endobiosis).
 
 La exobiosis ha subordinado el ejercicio de la razón a la conservación de un modo de vida desprovisto de congruencia
geonómica. Este es un hecho de suma gravedad, dado que todos los organismos que nos preceden en la historia de la Tierra
reflejan espontáneamente la congruencia geonómica, pero por lo visto en nuestro caso ésta debe incluir el ejercicio de la
razón y el desarrollo de las facultades volitivas.
 
Con la exobiosis la vida social se ha convertido en una actividad absorta en sí misma, actividad que impone la conservación
invariable de un mismo ambiente de conciencia, el ambiente mental, cuya raíz es la preponderancia de las distinciones
apetentes. La mirada endobiótica, en cambio, es capaz de enfatizar la conservación de la existencia tomando del mundo
biótico lo necesario para subsistir, pero también puede percibir ese mundo desde el regocijo inapetente que suscita la
contemplación de su belleza y su inteligencia.
 
Las civilizaciones exobióticas cosifican la naturaleza y sumergen en ella a aquellos seres humanos a los que tratan como
cosas. A su vez, los humanos subhumanizados luchan por emanciparse creyendo que tal cosa significa restituir su
“humanidad”, extrayéndola de la naturaleza cosificada, con lo cual reafirman y reanudan la exobiosis. Opresores y oprimidos
reflejan por igual la pérdida del vínculo directo con la Tierra.
 
Esta trampa de la mente exobiótica se debe a que percibe el mundo como un mundo que existe porque sí. Para la mirada
exobiótica, la naturaleza no tiene intenciones, dado que las intencionalidades no humanas que constituyen el mundo no
pueden ser percibidas como tales. Tanto la religión como la filosofía y la ciencia parten de esta premisa. Por eso es que
ninguna de estas tres formas de conocimiento ha sido capaz de restaurar la coherencia entre la actividad humana y la
naturaleza, sino que han generado todo lo contrario.
 
Es necesaria una nueva forma de conocimiento que unifique el ejercicio de la razón con el conocimiento directo del mundo
que exploraron los sabios de las culturas endobióticas de todos los tiempos. Esta nueva forma de conocimiento tiene tareas
urgentes: restaurar el curso exuberante de la naturaleza, desmantelar todas las formas de abuso y exclusión, traer júbilo y
asombro a las vidas de todos al explorar la gracia y la belleza de existir en la Tierra.
 
La endobiosis avanza cuando tomamos contacto con la trama de intencionalidades de la que formamos parte, asumiendo
activamente nuestro lugar ella.  En la trama de intencionalidades de la Tierra la condición humana no es el centro ni la
culminación, sino una más de las manifestaciones de la belleza y la inteligencia de la naturaleza. Nada sabe la cultura
exobiótica acerca de nuestro papel en esa trama y las posibilidades y responsabilidades que involucra. Para empezar a
distinguir ese rol es necesario comprender que nuestras filiaciones sociales no nos obligan ni determinan en ningún sentido
una vez que tomamos la decisión de no someternos a ellas.
 
Un ejemplo de esta distorsión son las creencias que incorporamos desde niños y que somatizamos a través de la vida como si
fuesen disposiciones naturales: que los hombres son dominantes y las mujeres sumisas, que los niños son débiles e
irresponsables, que es mejor la pareja que la soledad, que el amor implica recompensas o retribuciones, que a tal edad es
normal o esperable tal cosa, que nos haremos viejos e incompetentes con el paso del tiempo, que la clase social determina
nuestras aspiraciones, que el género es algo determinado por la biología, que el alma es inmortal o la muerte representa la
nada, que existen límites corporales o mentales para lo que podamos aprender, que necesitamos individuos o estructuras que
nos guíen o nos muestren el camino a seguir.
 
Todo esto no es más que el formato remoto, inaccesible para la instrospección, de una cultura que nos domestica
sistemáticamente, formato que sólo puede ser desmantelado cuando nuestro cuerpo, como totalidad, toma contacto con una
fuente de energía de enorme potencial: la fuerza ingobernable de la Tierra, la intencionalidad que nos hace existir y ser
conscientes del mundo en que existimos.
 
 
 el gobierno de la Tierra
 
Gearquía es el gobierno de la Tierra, o más bien es el acto de reconocer ese gobierno y tomar parte en él, apreciando y
respetando la urdimbre de la vida terrestre y estableciendo alianzas duraderas con otros seres, al comprender el alto
precio que implica conservar nuestra existencia.
 
Es un modo de vida basado en la sintonía con la Tierra y su fertilidad, en el cual la primera necesidad social es
compartir, ya que en ello reside el júbilo y el sentido de la productividad humana. Como tal, es una manera de volver a
ejercer el poder existir de las antiguas comunidades endobióticas, las que se diseminaron por la Tierra desde tiempos
remotos.
 
Como una forma de conciencia terrícola humana plenamente lograda, la endobiosis a escala planetaria representa la
congruencia de la actividad humana con la Tierra como una urdimbre de intencionalidades en la que todo se encuentra
inextricablemente conectado. Con ella la socialidad humana espontánea evoluciona en una red de relaciones recurrentes
basadas en el cariño y la confianza, generando mediaciones culturales frugales cuyo propósito es facilitar una relación lo
más directa posible entre el cuerpo y el mundo.
 
Gearquía es fundar la actividad humana en la coherencia con el curso de los acontecimientos, el que no ha sido fundado por
los hombres ni obedece a sus fines. No es ni puede ser un conjunto de premisas o dictados sociales. La actividad social
puede reflejar la gearquía, pero no puede representarla en modo alguno. La vive o no la vive, se suma o o no a su cauce,
pero cada vez que trata de darle la forma de un orden de obligaciones o atributos preexistentes a los individuos, se
convierte en otro cautiverio.
 
A la edad en que demuestra ser responsable de sí mismo, cada ser humano debería tener el derecho de ratificar o rechazar
los acuerdos tomados en su ausencia por sus predecesores. En esta forma la vida social dejaría de ser experimentada como la
permanente coacción ejercida por un sistema social que impone arbitrariamente sus disposiciones y que toma decisiones en
nuestro lugar.
 
Es absurdo organizar la conservación de nuestra existencia haciendo caso omiso de aquello que no ha sido producido por los
seres humanos y que es la condición de producción de su existencia. Y es un error tratar de entender o explicar los
fenómenos de la naturaleza usando los criterios que empleamos para entender o explicar los productos de la actividad
humana. Si lleváramos esta distinción a sus últimas consecuencias estaríamos en el umbral de una nueva forma de
conocimiento.
 
La gearquía surge espontáneamente con la comprensión de que el sentido de la vida social de la humanidad es enriquecer la
conexión con el mundo a través de una difuminación inconspicua de la cultura en la naturaleza, generando experiencias
paradisíacas en las interacciones con todo tipo de seres terrícolas.
 
 
 el paraíso puede ser ahora
 
El primer paso para la práctica de la gearquía es reconocer que la Tierra gobierna nuestras vidas. Sin aire, agua o
geomagnetismo pereceríamos y bastaría un cataclismo de consideración para que colapsara el sistema social. Al ajustar
nuestro modo de vida a los pulsos y fuerzas de la Tierra, generamos una vida mejor para todos.
 
El segundo paso es tomar parte en el gobierno de la Tierra asumiéndonos como una intencionalidad que forma parte suya.
Nuestras facultades reflexivas nos hacen darnos cuenta de que tenemos responsabilidades relacionadas con el cuidado de la
vida y la conciencia en nuestro planeta.
 
El tercer paso es asumir ese lugar en la plenitud de nuestras facultades, lo que involucra explorar la suma total de
ambientes de conciencia al alcance de nuestra cognición. Al expandir el horizonte de lo que podemos percibir, la Tierra se
revela como un mundo desconocido e inagotable.
 
Cuando espontáneamente vivimos la gearquía, surge por sí misma una intimidad dialogante en la que se extinguen las
relaciones de poder. Con ella se desdibuja la masa de mediaciones culturales que han hecho de sí mismas su propio objeto,
distrayéndonos de nuestras opciones y responsabilidades como seres cognoscentes. Ponemos atención en la naturaleza, la que
parece decirnos: el paraíso puede ser ahora.
 
Lo paradisíaco no depende de las circunstancias. Es un ambiente de conciencia en el que nos sentimos plenamente conectados
con los seres que nos rodean y se extingue el deseo de corregir el mundo. Cualesquiera que sean las circunstancias en que
nos encontremos, la belleza y la intensidad de esos momentos nos permite aquilatar la suerte de estar aquí en la Tierra.
 
Gearquía es un modo de estar en el mundo que no reconoce ningún poder antropomórfico por encima de nuestra condición de
terrícolas, la que compartimos en pie de igualdad con todos los seres de este mundo. Con ella llegan a su fin los poderes
seculares y sus teologías del desarraigo, las que nos impiden maravillarnos con la coalescencia de intencionalidades que ha
dado origen a la Tierra y sus formas de vida. Es la incómoda y a la vez espléndida verdad acerca de lo que podemos ser y
hacer al abandonar los espejismos de la “persona” o la “dignidad humana”, en los que la conciencia sumisa encuentra el
consuelo de una reivindicación imaginaria.
 
Gearquía es un modo de vida que intenta generar episodios paradisíacos en nuestras vidas y en las vidas de los seres con
los que convivimos. Su filosofía puede resumirse en una frase: vivan, sean dichosos, amen su mundo y cuídense entre
 
 


Comentarios

Universos - 23-01-2013 - 11:04 am
A los humanos se nos autorizo a escudriñar la naturaleza, hasta aprender a desvelar sus profundos misterios en nuestro común beneficio y entorno. Pero nuestra soberbia nos aparto de ese principio básico de saber vivir en armonía con todos los seres de nuestro entorno, y esa soberbia nos hizo egoístamente destruir y extinguir especies de distintas vidas, tan necesarias para nosotros. Al tiempo que alteramos, despedazamos, y contaminamos a la madre naturaleza, fuente del enjambre de vidas, únicamente en nuestro personal beneficio... Creyéndonos conocer el camino de la investigación nos hicimos dioses a nuestros propios ojos. Ese es el mal de todo humano, cuando se aparta de la armonía universal. Saludos de un crédulo y optimista

Universos - 23-01-2013 - 11:04 am
A los humanos se nos autorizo a escudriñar la naturaleza, hasta aprender a desvelar sus profundos misterios en nuestro común beneficio y entorno. Pero nuestra soberbia nos aparto de ese principio básico de saber vivir en armonía con todos los seres de nuestro entorno, y esa soberbia nos hizo egoístamente destruir y extinguir especies de distintas vidas, tan necesarias para nosotros. Al tiempo que alteramos, despedazamos, y contaminamos a la madre naturaleza, fuente del enjambre de vidas, únicamente en nuestro personal beneficio... Creyéndonos conocer el camino de la investigación nos hicimos dioses a nuestros propios ojos. Ese es el mal de todo humano, cuando se aparta de la armonía universal. Saludos de un crédulo y optimista

Universos - 23-01-2013 - 11:03 am
A los humanos se nos autorizo a escudriñar la naturaleza, hasta aprender a desvelar sus profundos misterios en nuestro común beneficio y entorno. Pero nuestra soberbia nos aparto de ese principio básico de saber vivir en armonía con todos los seres de nuestro entorno, y esa soberbia nos hizo egoístamente destruir y extinguir especies de distintas vidas, tan necesarias para nosotros. Al tiempo que alteramos, despedazamos, y contaminamos a la madre naturaleza, fuente del enjambre de vidas, únicamente en nuestro personal beneficio... Creyéndonos conocer el camino de la investigación nos hicimos dioses a nuestros propios ojos. Ese es el mal de todo humano, cuando se aparta de la armonía universal. Saludos de un crédulo y optimista



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